1968 fue un año bisiesto y convulso. Ardían tantas cosas que la quema de sujetadores se dio por hecha, aunque no fuera cierta. Sin embargo, ardía Vietnam; ardían Praga y su ilusionada Primavera. En México, los estudiantes caían acribillados en la plaza de las Tres Culturas. Y fue aquel el año en que una bala alcanzó de muerte a Martin Luther King. El mundo echaba humo negro. Rusos y norteamericanos se median las espadas en la carrera por pisar la Luna, y las bombas atómicas estaban terriblemente de moda. Hacía falta una revolución y liarse a pedradas para poder respirar entre tanto espanto.
“Debajo de los adoquines está el mar”, escribían en los muros de París francesas y franceses que tomaron la calle aquel Mayo del 68. En Estados Unidos, como esperanzada protesta contra la guerra de Vietnam, amanecía el “verano del amor». Y a un lado y al otro del Atlántico aquel fue el año de la Ilustración para la mujer.
Estas mujeres, entre muchas otras, fueron la llave de acceso absoluto a la cultura, al trabajo, a viajar, a casarte o no, a la píldora anticonceptiva, el aborto no penalizado, la libertad sexual… Aquellas mujeres fueron el comienzo de lo que hoy disfruto y defiendo como banderas del sentido común. Fue entonces cuando también nació un mito con tanto poder que casi no importa que no sea cierto.
En septiembre de 1968 medio millar de mujeres se unieron para mostrar su rechazo a la celebración de Miss América en New Jersey. Fue una protesta que asombró a un mundo que aún tenía capacidad de asombro.
Hubo proclamas, cantos, pancartas y, en medio de la numerosa manifestación, colocaron un gran cubo de basura en el que empezaron a arrojar lo que llamaron “instrumentos de tortura” como fajas, rulos, zapatos de tacón, pestañas postizas… Pidieron permiso a la policía para quemar el cubo con todo su contenido, pero no se lo dieron, y nadie quemó nada. Sin embargo, al día siguiente ‘The Washington Post’ publicó una crónica de lo ocurrido durante la manifestación, y decía: “La parte final y más trágica de la protesta tuvo lugar cuando varias mujeres quemaron sus sostenes”. Era una magnífica manera de dar color al artículo, y así fue como nació un mito que se mantiene encendido. Desde entonces el ‘bra-burning’ y sus protagonistas, ‘bra-burners’ son un símbolo universal de la liberación femenina, un mito mediático que se ha mantenido vigente más de cuarenta años. Y, con la cerilla en la mano: es verdad que el sujetador aprieta. 🙂
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