“La primera vez que vi un pene crecer…”. 17 mujeres lo cuentan
Fue un “pene de pueblo”, me dice mi amiga Cristina, del pueblo al que iba de vacaciones en la adolescencia.Hay penes de ciudad, de barrio, de campo, de playa, de la Unión Europea… “No se olvida la localización del primer pene”, ríe Cris. Lo cierto es que nada crece tanto solo con mirarlo…
Una maravilla de la naturaleza, más que los koalas. Pasaron muchos años hasta que Cristina vio varios al mismo tiempo, y fue en The Pillow Book, una bellísima película de Peter Greenaway en la que pintan cuerpos desnudos. Ahí descubrió que había más variedades de penes que de yogures. “Cada vez que empiezo con una nueva pareja, “inaugurar” un pene siempre es una sorpresa agradable”, me dice.
He buscado estudios en los que se pregunte a mujeres sobre lo que piensan del pene (no de los grandísimos o los pequeñísimos, que de eso sí hay estudios, sino de penes al uso, centímetro arriba centímetro abajo). Y, lo siento, pero ni Masters y Johnson lo investigaron.
Así que he hecho mi propio (y absolutamente a-científico) estudio preguntando a homínidas cercanas (¡y a mi madre!). Creo que ha salido un buen reflejo de las muchas posibilidades: primeros novios, pelis porno, exhibicionistas, nativos de Papúa (¡¡¡!!!)…. Hay de todo. Esto es lo que me han contestado a la pregunta: ¿Qué pensaste la primera vez que viste un pene en erección?
“Pues que no era tan feo como había dicho mi prima”. (María, 35 años)
“El primero lo vi en una peli porno, así que cuando lo vi en realidad dije: ¡menos mal, no es tan grande! Luego supe que no era tan duro como parecía, y que tenía muchas venas y cosas raras. Sólo esperaba no tener que hacer lo mismo que en la peli que había visto!!!! Era gracioso y diferente lo de la piel adelante y hacia atrás, estuve con eso un buen rato y parecía que a él no le molestaba” Fue una buena experiencia que me gustó muchiiiisiiimo!!!!”. (Olga, 30 años).
“La primera vez fue con 14 años y pensé: Vale, esto mola pero ¿de verdad hay que meterlo ahí dentro? ¿cómo? XD (Lidia, 36 años)
“En la biblioteca de mi colegio había una vitrina de libros prohibidos que, evidentemente, sufría saqueos sin descanso. En mis manos cayó algo así como un tratado sobre la sexualidad en algunas tribus promiscuas de Papúa Nueva Guinea que supuso una lección magistral sobre anatomía masculina. Lo que en él aprendí me hizo creerme sabia en estas lides, hasta que, unos años después, me di de bruces con la realidad. Sobre papel, había imaginado esos penes erectos inertes, rígidos, fríos, igual que el mármol. Nunca reparé en que, tratándose de una porción de carne, estaría cálido y esponjoso en su extremo más sensible. Esa primera vez que vi la erección de un chico me asombró también el tamaño (igual fue solo la primera impresión) y el glande tan al descubierto y asomando un poco de secreción. Me pareció desafiante y con vida propia. Retiré la mano de inmediato. Necesité un tiempo para recuperarme del impacto y asumir que durante muchos años había infravalorado su potencia”. (Adela, 39 años).
“Era un chico bastante mayor que yo, en su casa. Y me impresionó. Lo había visto en alguna peli, pero flipé con todos los estados de su evolución. ¡En lo que se estaba convirtiendo! Muy placentero”. (Lola, 42 años)
“Me enfrentaba por primera vez a una parte del cuerpo del hombre desconocida. El tipo dijo: “¿todo bien?”. Y conteste: “Sí, es muy mono”. “Mono”, llamé al pene de un hombre “mono”. La mirada de horror que puso me hizo no repetir ese adjetivo nunca más”. (Alicia, 39 años)
“Después de ver el primero, a los 14 años, me quedé fascinada con los penes. Creo que son ¡tan cool! Crecen, palpintan, y responden a mis caricias”. (Irene, 26).
“Me pareció todo muy natural y enseguida me apeteció llevármelo a la boca para aprender a hacer una felación. Yo, siempre, muy práctica y curiosa”. (Andrea, 35 años)
“No me impresionó nada, lo vi tan natural y tan parte del cuerpo masculino como un brazo o una pierna. Desde pequeñita ya me había informado de cómo funciona una pene, y del placer que da”. (Maribel, 36 años).
“Realmente la primera vez fue en mi más tierna infancia cuando pille a mi hermano y sus amigos viendo porno y “cascándosela”, y lloré, lloré desconsoladamente, creo que porque pensé que mi hermano estaba haciendo algo terrible. Ahora creo que aquella imagen de pubertos desfogándose me causó una sensación poco apetecible de los tíos. Ya se me ha pasado!”. Leticia (28 años).
“El primero que vi estaba desviado hacia un lado. Y me costó un huevo (je) que no me diera la risa floja. Y eso que estaba avisada. El primer pene erecto con el que tuve contacto externo también lo recuerdo bien. Estábamos varios en una habitación helada, durmiendo en el suelo, con sacos de dormir, pero yo solo tenía mantas. Y se me coló uno. Fue una sorpresa muy agradable de tocar. Mucho más grande y suave de lo que yo imaginaba. Y un poco lío de limpiar sin que se enteraran los demás. El pene del de las mantas nunca lo he vuelto a ver, lástima. Me dejó un gran recuerdo”. (Ana, 43 años).
“La primera vez que vi un pene erecto, así, de frente y al alcance de mi mano, lo primero que pensé fue: “¡qué grande!” (con el tiempo descubrí que era normalito) y recuerdo también que me gustó… mucho. Automáticamente me sentí mal o rara por ello. Quizá porque había oído decir a otras chicas y a mi madre que el hombre desnudo era más feo que vestido, que “eso colgando entre las piernas les hacía horrorosos”. Sin embargo, yo sentí un punto de admiración-excitación por ese pene. Otro aspecto que me fascinó fue el contraste duro-suave, robusto-sensible… y todavía me sigue fascinando veintitantos años después” (Ana, 40 años).
“La primera impresión fue que era un alien en metamorfosis. Y después, me gustó”. (Esther, 29 años)
“¡Vaya susto que me di! Muy jovencita, con noviosin experiencia… y ahí estábamos, en su coche y de repente, lo vi….Pensé: ¡qué grande….no va a caber!, y ese día no probamos si cabía o no…. Pero lo que sí descubrí (y ahí llega mi gran susto) es que si tocabas “escupía”…Mi cara debió ser tremenda, porque al ver mi reacción, lo primero que me dijo preocupado fue: ¿No sabías que esto ocurría? Y conteste: Sí, pero no tipo fuente….no me lo esperaba así…..menos mal que no estaba demasiado cerca. Ese vigor de juventud que tenía mi ex, era muy explosivo…”. (Elisa, 38 años)
“Fue antes de tener relaciones sexuales. Tenía 13 o 14 años y estaba en clase de dibujo. Nos habían traído a un modelo desnudo y aquello me cortó bastante. Tanto que en cada boceto evitaba dibujarle el pene. El tipo, tendría unos 18 o 20 años (era estudiante de bellas artes). En algún momento aquello cambió de tamaño. Exactamente al mismo tiempo, mi profesor cogió mi carboncillo de golpe y me gritó: “ESTO TAMBIÉN SE DIBUJA!”. Creo que jamás me he puesto más colorada en mi vida. El tipo estaba para mojar pan, pero un desnudo a pelo a mis 13 años, criada en una familia en la que a mi padre jamás lo vi desnudo, fue impactante. Me pareció descomunal, eso sí!”. (Sara, 44 años)
“Pues fue un exhibicionista. He tenido dos exhibicionistas en mi vida. ¡Vaya suerte! Me pareció asqueroso”. (Pilar, 45 años).