Ellas matan más a conocidos, con mayor probabilidad, a sus parejas y familiares; lo hacen en entornos más cercanos y suelen tener razones económicas. Ellos tienen un mayor radio de acción y suelen matar a desconocidos. La psicóloga que ha estudiado a 55 asesinos y 55 asesinas en serie norteamericanos ha encontrado una explicación a las diferencias. Para ella, la razón es evolutiva, y tiene que ver con un pasado ancestral en el que los hombres daban caza a sus víctimas y las mujeres recolectaban frutos y bayas. Matan, dice la experta, del mismo modo que nuestros ancestros buscaban comida.
El hombre “caza” a sus víctimas, la mujer las “recolecta”. Así lo describe un estudio que ha analizado por qué los asesinos en serie matan distinto a las asesinas en serie. Según la psicóloga que lidera la investigación, la razón está en nuestro pasado como especie cazadora-recolectora.
Marissa Harrison, profesora de psicología en la Universidad Estatal de Pennsylvania (EE.UU), recopiló datos publicados en medios de comunicación sobre 55 asesinas y 55 asesinos de los EE.UU que habían cometido crímenes en serie. Encontró diferencias que merecieron su atención, la principal fue que entre los hombres hay casi seis veces más probabilidades de matar a un extraño, mientras que entre las asesinas en serie hay el doble de probabilidades de matar a una persona que ya conocían. Además, es más habitual entre las asesinas matar a una pareja, y es 6 veces más probable que maten a un familiar. Solo uno de los asesinos en serie de los que entraron en el estudio mató a un familiar cercano.
El 65,4 % de hombres acecharon a sus víctimas, algo que solo hicieron el 3,6 % de las asesinas, y matan en un territorio amplio. “Dos mujeres de las que investigué sí acecharon a sus víctimas, pero, curiosamente, en esos dos casos también había hombres involucrados”, explica.
Harrison recuerda que los humanos hemos sido cazadores-recolectores durante aproximadamente el 95 % de nuestra historia, con una marcada diferencia de género en el reparto de la tarea. Ellos salían de caza al acecho y ellas deambulaban buscando frutos en las inmediaciones.
Harrison advierte que la explicación evolutiva no puede ser la única para un comportamiento, pero “proporciona una lente valiosa en la que mirarnos”.
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