Es un estudio incendiario, y su autor, Satoshi Kanazawa, ya se había ganado la medalla de polémico y excesivo por trabajos anteriores. Yo lo archivo como inquietante broma estadística. Voy al grano. Lo que concluye Satoshi es que cuanto más alto es el CI (Cociente Intelectual) de una mujer, menos hijos tiene.
Satoshi Kanazawa es investigador de la London School of Economics y, para realizar su trabajo, ha recogido datos de mujeres, con o sin hijos, y los resultados de los test de inteligencia que les hicieron durante la infancia, momento en el que estas pruebas (más o menos discutidas) se realizan en los colegios británicos.
Lo que ha encontrado Kanazawa es que: “La media del CI de las mujeres que no han tenido hijos era de 105.3, mientras que el CI de las que han sido madres es de 101.7”. La diferencia en el promedio es casi de cuatro puntos, muy grande y estadísticamente significativa.
El estudio se ha publicado en un momento en el que el lema “Hijos No” (No Kids) gana fans. En 2009, Cameron Diaz declaraba: “Tengo una vida increíble y, en cierto sentido, tengo la vida que tengo porque no tengo hijos. No creo que sea una obligación tener hijos y no creo que sea una obligación no tenerlos, simplemente me parecen opciones distintas”. Desde entonces, a la “confesión” de Cameron se sumaron grandes del cine como Renée Zellweger (Bridget Jones): “La maternidad nunca ha sido una ambición para mí. Tan sólo quiero ser independiente y ser capaz de cuidar de mí misma”, y la contundente Helen Mirren: “No tengo instinto maternal alguno”. Pero la tendencia No Kids llega cuando en Occidente la natalidad se tambalea peligrosamente. Y el estudio de Kanazawa echa nueva leña para avivar el fuego. Dice el autor del estudio que si el descenso de hijos se produce entre las mujeres más inteligentes, el CI de la población mundial descenderá.
Para Kanazawa: “Dado que las mujeres tienen un mayor impacto en la inteligencia media de las generaciones futuras, es previsible que se produzca una disminución de la inteligencia media de la población en los países industriales avanzados”. La pregunta importante me parece que es: ¿Por qué algunas personas deciden no tener hijos?
El “invierno demográfico” (Demographic Winter)
La natalidad cae en picado en Occidente, y es una preocupación de primer orden. Si el sociólogo francés Auguste Comte tenía razón cuando dijo “La demografía es el destino”, echémonos a temblar para lo que se nos viene encima. Los expertos que estudian las razones de este Efecto Hamelín, en el que los niños desaparecen de las ciudades, apuntan que todos los aspectos de la modernidad van a favor de la vida sin hijos.
Un hijo es caro, muy caro, y (afortunadamente) ya no es una inversión para la vejez. Tenerlos ya no es una férrea ley social: ya solo las abuelas mantienen la cantinela del “se te pasa el arroz”. Además, las mujeres de hoy no vinculan su felicidad exclusivamente al hecho de ser madres. En estudios recientes en los que se mide la felicidad, los hijos apenas alimentan la satisfacción, e incluso en algunas encuestas se valora como negativo. Conciliar vida laboral con vida profesional es un nudo que ahoga y, sobre todo en España, el hecho de tener hijos está aún muy asociado al abandono de la formación y el desarrollo personal. Así que todo apunta a que tendremos que abrigarnos para paliar el granizo del invierno demográfico que vaticinan los expertos.
Queda otra “broma” de Satoshi Kanazawa, lo que él llama La paradoja de la inteligencia. Los humanos hemos desarrollado herramientas que nos permiten ir más allá de los “mandatos biológicos”. Los anticonceptivos permiten que reproducirnos sea una elección, que nada tiene que ver con perpetuar la especie o darle sentido a nuestra vida, ni siquiera con el disfrute del sexo. La naturaleza No siempre es sabia.
Y con todo esto, qué opinas tú: ¿Qué te parece una vida sin hijos?