Jill Farrant es una profesora de biología molecular y biología celular en la Universidad de Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Farrat trabaja con plantas que resucitan después de soportar una sequía absoluta. En ellas puede estar la solución para alimentarnos en un mundo cada vez más seco y poblado. Pueden pueden ser los cultivos de un mundo futuro donde el agua sea un milagro.
Dentro de una bolsa de plástico, Jill Farrant traía un puñado de ramitas secas. Habían viajado con ella hasta París desde su laboratorio en Sudáfrica. Era poco más allá de un montón de palos revueltos, el esqueleto de un arbusto. En la rueda de prensa convocada con motivo de los premios L’Oréal-Unesco, ella era una de las galardonadas–, Jill mostró aquellos restos y aseguró: “Esta planta resucita. Es un milagro”.
Algunos nos acercamos a Farrant y cogimos un par de palitos amarillentos. “Lleva más de seis meses en total ausencia de humedad. Pero si le echáis agua esta noche, mañana estará verde”. Nos llevamos la muestra de Myrothamnus flabellifolia al hotel y comprobamos que hay milagros posibles. Mojamos la ramita moribunda, recibió el sol primaveral de París y amaneció verde.
Jill Farrant trabaja en la Cátedra de Fisiología Molecular de la Universidad de Ciudad del Cabo, y su material de estudio son más de 300 especies de las que se conocen como Resurrection Plants (plantas que resucitan). “Si los humanos perdemos un 2% de agua, morimos. Ellas soportan la pérdida del 95% de agua. Entran en un estado de letargo biológico y renacen incluso después de un año”, explica Jill, y añade: “Vivimos en un mundo cada vez más seco. Necesitaremos de estas plantas para que nuestra especie sobreviva”. Que el futuro de la humanidad dependa de un puñado de ramitas secas que viajan en una bolsa de plástico parece difícil de creer. Pero Jill no es una lunática. Como ella, multitud de laboratorios observan los procesos biológicos que utilizan estas plantas resistentes a la sequía para volver a la vida.