Lo hacen todas las mamíferas. Gatas, jirafas, leonas.. Tiene numerosas ventajas, además de la obvia de limpiarle nada más nacer, y en todo caso se trata de una tarea de la hembra. Cuando la cría nace, el gato macho o el león ya andan a otras cosas. Pero ¿por qué nosotras, las homínidas, no les lamemos? ¿Nos estamos perdiendo algo?
En una página que se ocupa de hacer Fotografías de Familia, Senhoritas fotografía, publicaron la foto que abre este post, y se viralizó con muchísima polémica. La foto llevó a plantear muchas cuestiones: ¿Lamer es uno de esos comportamientos que los humanos perdimos en el camino de la evolución porque no son necesarios, o porque lo hemos reprimido? Quizá alguna vez fue parte de nuestro día a día, cuando no teníamos tanto escrúpulo para usar la lengua.
Los que explican el comportamiento animal, encuentran numerosas buenas razones para limpiar con la lengua restos de placenta y el líquido amniótico. La primera es eliminar bacterias que pudieran afectar a la cría, además, podría ser una enorme fuente nutritiva para la madre que, tras el parto, necesita reponer energía sin que haga falta salir a cazar ratones. Hay otra razón que tiene sentido si vives en la jungla, y es eliminar rastros de olor que indiquen que ahí hay un tierno recién nacido, delicatessen para cualquier depredador con rugidos en el estómago.
Las humanas no tenemos que camuflar su olor para evitar que se los coman, además, tenemos manos. Nuestra lengua no interviene en la higiene, ni siquiera en la propia. Lo expertos aún le dan otra ventaja, y es que al lamer a la cría, la madre identifica que es la suya, y ese podría ser el comienzo de un lenguaje íntimo que se inicia en el minuto 0 de la vida.
Con todo esto, parece que no es humano lamer a nuestros recién nacidos. Sin embargo, en algunos estudios antropológicos se ha mencionado que las mujeres tibetanas, a finales del siglo XIX, lamían a sus crías como comportamiento habitual. ¿Entonces? ¿Nos estamos perdiendo algo?