Instrucciones para mirarse a un espejo por primera vez: 1.Busca un espejo que te permita verte por completo. 2. Desnúdate. 3.Dedica al menos 20 minutos a mirarte. Ahora viene lo más importante…
Un 90,2% de mujeres distorsionan su imagen corporal y están insatisfechas con su cuerpo. Y tiene mucho que ver con cómo nos miramos al espejo. La propuesta de este post es hacer un experimento guiado. Mirarme con ojos nuevos, a ver qué pasa. Me guía una experta en imagen corporal.
Hablo con la investigadora de la Universidad de Granada Sandra Díaz Ferrer. Trabaja con mujeres que manifiestan una alta insatisfacción con sus cuerpos, y padecen trastornos alimenticios que pueden acabar matándolas. Sandra acaba de publicar un estudio en la revista Journal of Behavior Therapy and Experimental Psychiatry. Su trabajo ha demostrado la eficacia de técnicas basadas en observarse en el espejo para mejorar el tratamiento de la bulimia nerviosa.
Pregunto a Sandra si esas técnicas también servirían para esa inmensa mayoría de mujeres descontenta, sin trastornos alimenticios. Me dice que sí. La técnica que propone es similar al tratamiento de exposición que se utiliza para fobias específicas. Como si te dan miedo las arañas y el psicólogo te propone ver arañas hasta que te acostumbres. En este caso se trata de mirar tu cuerpo, verte delante del espejo como si lo hicieras por primera vez en la vida o, al menos, como nunca lo has hecho. Se trata de dedicarte el tiempo suficiente para mirarte de forma diferente, constructiva. Hay mujeres que, cuando inician la exposición, lloran. Me asombra que uno llore ante sí mismo. Sandra puntualiza: “Sientren un elevado malestar al ver sus cuerpos, tanto para no querer mirarse porque no les gusta lo que ven”. Tomo nota de lo que explica Sandra, y me miro.
20 minutos delante del espejo. Desnuda, o con una ropa interior neutra.
La propuesta es empezar por la cabeza y terminar en los pies, y hacer descripciones objetivas, sin comparar, ni emitir juicios. Arranco:
“Tengo el pelo caoba (me lo tiño), los ojos simétricos; los pómulos angulosos de mujer madura, el labio superior en pico, el inferior, carnoso; la barbilla redondeada. Desciendo por el vértice del escote, moreno. Tengo dos pechos, eso sí que es objetivo. Estoy a punto de valorarlos, pero no lo hago. Sencillamente digo: tengo dos pechos. El vientre es redondeado. Miro mi ombligo, probablemente es la primera vez que lo miro despacio. Sigo descendiendo sin valorar, sin emitir juicios. Llego a los dedos de los pies. Los cuento. 10.
Todo lo que digo en voz alta tiene que ver con lo que veo en el espejo, y no comparo. Trato de no pensar en el generoso culo de Kim Kardasian cuando miro mi culo (tampoco en el de Yoko Ono, que me daría tregua). Es un culo. El mío…
“Lo que suele ocurrir es que no te miras a ti mismo, te miras en comparación con ese ideal de belleza que tenemos en la cabeza”, explica Sandra. Y la insatisfacción se cuela ahí, y clava el colmillo. “Tiene que ver con la Teoría de Comparación Social. Si nos comparamos con los que consideramos mejores que nosotros, la autoestima se ve afecta negativamente”.
Llevo, según Sandra, un molde en la cabeza. Es el que he formado a lo largo de mi vida con fotos de modelos de revista y princesas de Hollywood. En ese molde no encajo. Ni yo, ni nadie. Así que miro mis caderas y esta vez no las comparo con las de las modelos de los anuncios de tampones (¿Alguien puede explicarme por qué aparecen culos de chicas para anunciar tampones?) No comparo. Ese es el mantra.
Arnold Schwarzenegger en minifalda
Voy camino de consumir los primeros 10 minutos de exposición a mí misma. Llego a uno de mis puntos débiles, mi sapo personal: los muslos. “Parezco Arnold Schwarzenegger ”, se me escapa. Tengo un portentoso cuádriceps que hace que nunca lleve minifaldas, y que le debo a una vida de saludable deporte. Mi muslo ha podido conmigo. Para una buena exposición al espejo la idea es no decirte a ti misma nada que no consientas que te digan los demás. Así que retomo la mirada. Aniquilo a Schwarzenegger y observo otra vez mis muslos. Esta vez solo digo: “Son fuertes”.
“Las mujeres hacen comentarios durísimos sobre sus cuerpos cuando se miran”. El clásico: “parezco un chorizo”, o “me quitaría unas lonchas de aquí”, son balazos tan certeros como los de la Magnun de Harry el Sucio. Así que la idea es, a partir de ahora, mirarte al espejo sin tratarte mal.
15 minutos mirándome. Había empezado con miedo. No suelo detenerme en espejos. Me dice la doctora que hay dos tipos de personas, las que se miran todo el rato y apuntan justo a esa parte que les desagrada, y las que rehuyen mirarse, como si el espejo fuera la boca de un lobo.
Ahora se trata de verme globalmente, como un todo. Un cuerpo de mujer con todas sus cosas. No me falta de nada. El conjunto soy yo. “Mirar el cuerpo de un modo holístico, globalmente, hace que no te detengas en esas zonas que suelen ser la diana de tus críticas”.
El conjunto de un cuerpo de mujer es un ejemplar único. Tengas la edad que tengas, el tamaño, la forma, las cicatrices, los lunares, las alegrías que son las tuyas. Un todo. Ese cuerpo es el que te llevas de paseo, a montar en bici, o echarte la siesta, lo que toque. Es útil y generoso.
Fin de la exploración de mi yo. Han pasado los 20 minutos propuestos. (En la terapia de Sandra las mujeres están 40 minutos ante el espejo). Me quedaría un rato más.