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La idea de que todos los embriones humanos en su origen son hembra está tan extendida que hasta aparece en un capítulo de Bob Esponja. Es un mito potente y, la verdad, me cuesta tumbarlo. Con el lastre de ser hija de una costilla de Adán, y a fuerza de tragarme el sapo aristotélico de “La mujer es un macho mutilado”, habría sido de justicia biológica que embrionariamente la universalidad fuera mujer. Pero no es así, al menos, no del todo.

Es verdad que hasta la séptima semana de gestación no comienza el desarrollo de los genitales masculinos. Entonces se activa un gen del cromosoma Y llamado SRY y  comienzan a florecer pene y testículos. Pero esto no significa que antes de ese momento, y sin el empuje del SRY, los embriones sean todos hembra. Desde el primer segundo, si acaso, podríamos decir que los embriones son hermafroditas.

Antes de la activación del SRY, es decir, desde el comienzo de todos los comienzos, en el embrión hay dos estructuras diferentes. Unas darán lugar a los genitales internos masculinos (conductos mesonéfricos), y otras a los femeninos (paramesonéfricos). Si entra en juego SRY, los conductos que dan lugar al pene se desarrollan, y los otros se reabsorben hasta desaparecer. Pero ambos están presentes en todos los embriones; así que no hay una universalidad femenina embrionaria, ni la hembra se come al macho, ni el macho embrión nace de ninguna costilla genética, ni tenemos justicia biológia que contrasrestre las sandeces de Aristóteles.

Sin embargo, hace unos días la revista Science se hacía eco de una nueva investigación con este título:  “La pequeña pieza de ADN que hace a las niñas niños”.    La autora del texto se pregunta: ¿Qué pasaría si pudieras bloquear un único interruptor de ADN y crear un mundo solo de mujeres? Y, ¿sería posible?

Los científicos británicos a los que alude Science han dado con el “interruptor” genético que impulsa el desarrollo en ratones de esas partes del cuerpo propia de los machos. Pero lo que resulta realmente llamativo  es que, si desactivan esos genes, el asunto se revierte. Donde se habrían desarrollado testtículos,  se forman ovarios indistinguibles de los de las hembras XX.

Algunas personas con DSD tienen cambios en su genoma cerca del gen Sox9 que alteran su expresión y conducen a la reversión sexual. Desarrollan genitales que no son lo esperado según su dotación cromosómica. Estos hallazgos pueden ayudar a mejorar su diagnóstico genético. Y no solo eso, ayudarán a que todos entendamos cada vez mejor las peculiaridades del desarrollo sexual humano.