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Se trata de uno de los problemas sociales extendidos y sin resolver, pero sigue pasando la vida y lo más que ha llegado como solución es congelar óvulos y tener hijos más allá de los 40 años. Nacen unos 300 bebés al minuto, 18.000 recién nacidos cada hora en el mundo. ¿Dónde les metemos?

Imagen de la fotógrafa norteamericana Tara Ruby. Forma parte de un proyecto para apoyar la lactancia materna en el trabajo

¿Qué hacemos con el bebé? ¿Le dejamos con los delfines? Las hembras de delfín mular se unen cuando paren para cuidar y proteger a sus crías. Hacen equipo y se echan una mano. Otra opción son los pingüinos. De estas aves grandes que ya no vuelan sabemos que los machos incuban sus huevos pegándose a otros miles de ejemplares, formando un enorme bloque que protege al grupo del frío y del viento. Delfines y pingüinos resuelven “todos a una” el cuidado de la cría. Para el humano, cada vez está más lejos la idea social de que los bebés son cosa de todos.

La cría humana viene al mundo mucho más indefensa que un mosquito, y casi a medio hacer. Hay que cuidarla durante años. Nuestra infancia es más larga que la de los delfines, que la de los pingüinos, y que la de cualquier otra especie. Hemos de darle tiempo a que se desarrolle del todo un cerebro que será el más prodigioso en la naturaleza pero que, al principio, nace pequeño y por hacer. Nuestro cerebro representa un tercio de todo nuestro organismo en el momento en que nacemos, y alcanzará casi el 80% de su tamaño adulto entre los cuatro y los cinco años. Es la etapa del “gran estirón” del cerebro humano.

La edad de la esponja

Es mucho tiempo, 7 años de dependencia absoluta de la cría. Siete años de “fenómeno esponja” en el que aprenderá a andar, hablar, comer sola… Y no es solo una dependencia funcional. Aprenderá, por ejemplo, la música. En esos años se desarrolla su mapa musical según lo que escuche en su entorno, incluso su acento se formará con las primeras huellas sonoras de quienes hablen a su lado mientra toma el biberón.

En esos años también se forma el comportamiento social, el que le hará ser de un modo u otro cuando sea adulto. Y la imitación es una base fundamental del aprendizaje de los niños. Por eso abre la boca si nosotros la abrimos fingiendo que la cuchara de papilla es un avión acrobático. La cría humana recibe información y aprende de aquellos a los que tiene cerca. De ahí que todos los estudios den enorme importancia al tiempo dedicado a los hijos, al espacio compartido, a… pues todo eso. Y, cada estudio con estas conclusiones, resulta un atragantado dardo de culpa para las innumerables familias que no tienen manera de dedicar ese tiempo a sus crías, a no ser que renuncien al salario que les permitirá, al menos, darles pan y techo.

La cría humana, a medio hacer, preparadita para recibir toda la información emocional y vital que construirá su universo adulto, se va a la guarde, eso la que tenga plaza.

En Mesopotamia ya había guarderías, pero florecieron con la revolución industrial. Y ahora se ha puesto de moda algo que no es nuevo, la opción de llevar a los hijos al trabajo. “Babies at work programs”, lo llaman en EE.UU. Ya hay empresas que ofrecen esa posibilidad. Carla Moquin, fundador y CEO de Babies in business, asegura que ya hay 185 organizaciones en EEUU que han permitido a más de 2.100 bebés ir a trabajar con los padres en 43 estados en los EE.UU, así como en Canadá, Italia, Nueva Zelanda, Australia, y el Reino Unido. Empresas de consultoría, tiendas, escuelas, y despachos de abogados entre ellas.

Como ejemplo, Addison Lee, una empresa de taxis británica que permite a los 500 empleados de oficina que hagan uso de esta opción. Ni qué decir que empresas españolas, de momento, no hay ninguna. Pero, ¿es esta una solución?

Así llega la gran pregunta: ¿qué hacemos con las crías humanas? A día de hoy, hacemos lo que podemos. No nos unimos en colonias como los delfines, ni hacemos barrera para soportar las inclemencia del frío y el hielo como los pingüinos. Pasan los años sin que “conciliar” sea una realidad, discutimos si es políticamente correcto llevarse al bebé al Congreso… Y así, pasa la vida sin emplearnos a fondo en resolver asuntos que nos haría muchísimo más grandes como sociedad y más felices como personas.

La foto que dio la vuelta al mundo. En el parlamento Europeo. La diputada italiana Licia Ronzulli, quien decidió realizar esta acción “para que pensemos en todas las mujeres que no pueden conciliar su vida profesional con su vida familiar”

Esa foto que dio la vuelta al mundo se tomó en el parlamento Europeo. La diputada italiana Licia Ronzulli, decidió realizar esta acción “para que pensemos en todas las mujeres que no pueden conciliar su vida profesional con su vida familiar”. Está entre las brechas vitales más duras de una vida.